Aquí estamos de nuevo. Llevaba casi dos meses sin tiempo ni espíritu para batir. Ni un mal revuelto, créanme. No era una cuestión de huevos. Pese a la crisis aún me quedan de sobra, con hermoso tamaño y en buen estado, ya que han estado a salvo en la zona más fresca del frigorífico. Seguro pues de la buena materia prima y con la muñeca lista, A punto de nieve quiera echarse de nuevo a la calle, a esa vía que han ocupado hoy cientos de miles de personas en todo el país.
Parece inconcebible reunir en La Rioja a la multitud que se ha congregado hoy en Logroño si no hay de por medio algo que llevarse a la boca. Pero no, esta vez no se trataba de degustaciones, pinchos y vinos, sólo silbatos, turutas de carnaval, llamamientos a la huelga y, sobre todo, muchas ganas de gritar en la calle contra un decreto que puede mandar a una legión de personas ahí mismo.
La neumonía económica no ha hecho distingos desde que nació allá por el 2007 como un catarro (de ladrillo y especulación) mal curado: muchos empresarios se han visto obligados a bajar la persiana, la mayoría pequeñas y medianas empresas; miles de autónomos, en ocasiones por falta de cobro de las distintas administraciones públicas, han puesto el candado en su lonja; y qué decir de los trabajadores por cuenta ajena, camino de los 5,5 millones de parados en todo el país y de los 27.000 en esta región.
A la clase empresarial, es cierto, nunca le ha gustado la legislación laboral vigente hasta hace dos semanas, pero sus demandas en los últimos tiempos urgían más a la recuperación de la confianza, a impulsar el consumo y, sobre todo a reabrir el grifo de la financiación. El Gobierno de Mariano Rajoy del Partido Popular, después de ocho años de contar, calculadora en mano, cada nuevo parado de José Luis Rodríguez Zapatero, tomó nota y prometió hacer todo lo que no había hecho el Ejecutivo socialista para crear empleo. Y en estas, su equipo económico parió el Real Decreto-ley 3/2012, de 10 de febrero, de medidas urgentes para la reforma del mercado laboral, un cambio en las reglas de juego justo en mitad del partido. un librillo de instrucciones de 64 páginas para montar, como en el exitoso modelo Ikea, la estructura para empezar a salir de la crisis. Sin embargo, en el embalaje del gigante sueco, viene todo contado y bien embolsado y el kit de Rajoy parece que hay más baldas que tornillos. ¿Que hay algunas ayudas para impulsar la contratación de jóvenes? Pues sí. ¿Y de parados de larga duración? También, no lo negaré, pero esas soluciones apenas ocupan un par de bolsitas de un enorme envoltorio en el que durante semanas se ha ocultado la gran apuesta, tal vez impuesta desde Europa, del presidente popular: luchar contra el paro facilitando los despidos, camino que no dudarán en utilizar miles de malos empresarios españoles, que los hay, para recortar gastos por el apartado más fácil, el de la masa salarial. También sé que hay miles de malos trabajadores, jetas, vagos, malos compañeros… No han faltado nunca y siempre los habrá.
Algunos dicen que era necesaria una reforma laboral. Otros, no. Yo pienso que tal vez, pero desde luego no así. No es este el espacio para analizar cada punto del decreto, pero me gustaría poner el foco en tres aspectos que, entre otros muchos, no me gustan un pelo. Primero, no me parece lícito que una empresa que tenga beneficios pero ‘acredite’ caídas en el negocio durante tres trimestres pueda poner de patitas en la calle a una persona. También me chirría que la Administración central arrebate todas las competencias a sus hermanas pequeñas autonómicas en su arbitraje de los ERE, que ahora quedan al arbitrio del empresario o de la posterior judicialización del expediente. Y desde luego no me gusta que se ligue dos términos evidentemente contradictorios en sí mismos -absentismo y justificado-, para redactar un artículo que aprovechado por algún avispado puede arruinar el futuro de un hogar o varios.
Tal vez me confunda, ojalá, pero me da en la nariz de que en sólo unos meses estaremos hablando del drama de haber superado los seis millones de parados en España mientras en los distintos hemiciclos del país nuestros representantes políticos se enzarzan a cuenta de nuevas y viejas herencias. Y mientras, los que nos metieron en esto, contando billetes y víctimas colaterales. Hace falta huevos, pero de dos yemas.