Uno viaja en coche, y como ya ni Dios tiene ni a) sentido de la orientación ni b) mapa… se impone la solución GPS. Yo llevaba uno. A mi lado, Rafa Elías llevaba otro. En el asiento de atrás, mi mujer leía su libro.
El resultado es el esperable. M-30. Cienes de coches. Mi GPS ordena: “A 600 metros manténgase a la izquierda”. El de Rafa suplica: “A 600 metros, salga por la derecha”. Mi mujer, atrás, lee su libro.
El conductor se pone nervioso, el copiloto se descojona. “Manténgase a la izquierda y manténgase a la izquierda”, dice una voz femenina. “Salga por la derecha y siga por la izquierda”, dice otra. Y la M-30 discurre, y uno empieza a contemplar como posible acabar en Toledo.
Y la del asiento de atrás pasa la página.
Si uno quiere ir a ver un partido al pabellón Amaya Valdemoro, hotel recomendable: Arturo Norte. Que está al lado, aunque esté en San Sebastián de los Reyes. Lo prometo: he visto canchas de pádel más pequeñas que mi habitación.
Además, cae al lado del Plaza Norte 2. Centro comercial sin par: es como si un arquitecto puesto de pastis hubiera querido diseñar Versalles para Walt Disney. Inenarrable.
Tabajando en el periódico LA RIOJA uno aprende dos cosas. Uno, que el tiempo es relativo (y el horario de salida más). Dos, que pase lo que pase en el mundo, y sea donde sea eso que pase, SIEMPRE hay un riojano cerca. Normalmente es de Alfaro. Pero no siempre.
Riojanos, pues, había en Acobendas. Con sus banderas, gozando como animalicos de un partido bien entretenido (y con final feliz). Algunos “riojanos” no viajaron, sino que ya estaban allí. Como el de la foto.
¿Cuántas oportunidades más va a tener Raúl de mirar a Gurutz de arriba abajo?
Y en fin. Uno puede encontrar muchos motivos para acordarse de la madre que parió a este país. Como por ejemplo, ese bar enfrente del Prado (y llamado igual) donde una cocacola, un mosto y dos pinchos de tortilla valen 14 euros.
Pero, ya puestos, si van a Madrid y no les falta tiempo, échenle un ratico al Prado en sí (al museo, no al bar). Preséntenles su respetos, por ejemplo, a Pablo de Valladolid y a la Condesa de Chinchón.
Y siéntanse orgullosos de pertenecer a un país que ha dado manos capaces de crear semejante gloria. Hombre ya.
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