Seguro que el buen hombre es un ser cabal. Seguro que es un padre ejemplar, profesional intachable, amigo de sus amigos. Seguro que fue la tensión del momento. Pero durante unos segundos del pasado 31 de mayo, media Europa estuvo acordándose de su árbol genealógico. Y no precisamente para bien.
Final de la Champions de balonmano. Partido de vuelta. Tras una remontada increíble, Ciudad Real lanza el ataque definitivo: ponerse a seis goles, remontar los 5 del partido de la ida, ganar lo que nadie esperaba. Entonces, con todo el público en pie, ante las cámaras de Teledeporte transmitiendo en directo para España y Alemania (por lo menos), pasa esto:
Primero: las cámaras de TVE no estaban nada bien puestas, no (¿no hay otro lugar mejor en el Quijote Arena?). Segundo, el empujón del cámara (o de quien fuera) para que el espectador se apartara no fue nada educado.
Pero lo demás ya es pura genialidad del buen hombre: primero blasfemar durante un rato para mandar a los de TVE (aparentemente) a tomar por donde amargan los pepinos. Y, de paso, perderse el gol decisivo de Olafur Steffanson. Luego, en la siguiente jugada, asegurarse primero bien de dónde está la cámara para luego empezar a espantar gaviotas por encima de su cabeza, intentando fastidiar, se supone… a los espectadores.
Él no lo sabía, supongo, pero desde ese momento entraba en la galería de inmortales del balonmano europeo. Un grande.
Gracias, por cierto, a Barbolax. Su blog es la mejor colección de vídeos de balonmano que conozco.
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