Fue Valero, y sacó la libreta vieja: tres cambios ataque-defensa, un muro en el centro, un zurdo siempre en la derecha, y a pegar leña. Y ante los alemanes le funcionó pero que muy bien: 25-20, y a seguir soñando. No es que sea el balonmano más moderno, pero aquí se trata de ganar y de hacer lo que uno sabe hacer.
Ahora las cosas quedan así:
Hay que ganar a Eslovenia en el último partido, y esperar que Polonia, que ya no se juega nada de nada, venza a Francia. Difícil, claro. Lo duro que es un Europeo: un solo mal partido, y te puedes ir a la calle.
Confiemos, de todos modos. Estaremos muertos cuando lo estemos.