Me tocó contar la primera participación del Naturhouse en la Copa Asobal; también tuve el privilegio de informar y sufrir el primer triunfo franjivino contra el Atlético de Madrid; meses más tarde logré narrar la primera final, en una Copa del Rey, del CB Ciudad de Logroño; hace tan solo siete días fui tocado por una varita mágica para narrar la primera victoria del Naturhouse al FC Barcelona; hoy me tocó vivir en primera persona la primera clasificación de los franjivino en la Liga de Campeones, la mejor competición de clubes que puede haber en el mundo del balonmano. Y yo estuve allí. Trabajando, sufriendo, aplaudiendo, llorando por unos gladiadores que se dejaron la piel.
Lo de esta tarde en León es indescriptible. Lo de este equipo en esta temporada no es de este universo. “No hay palabras para describir lo que han logrado”, decía Jota González al poco de acabar. Es que fue sublime. Nunca se le había ganado al Ademar en su casa, una pista en la que solo el Barça, el Atlético de Madrid y el Valladolid le habían podido meter mano. Y nadie más que los jugadores saben lo que tuvieron que batallar para sonreír al final del partido. Esos últimos cinco minutos de infarto no me los quitaré de mi mente nunca jamás.
Qué grande Gurutz, parando dos penaltis en esos minutos finales; qué grande Cuartero, que después de fallar dos siete metros consecutivos le hizo una mixta a Nantes para bloquear el ataque local; qué grande Curuvija, que robó un balón y tranquilizó al Naturhouse; qué grande Hugo, que robó otra pelota para marcar diferencias; qué grande Jorge, que paró un balonazo; qué grande Niko Mindegia, por ver a Malumbres adelantado y colársela por arriba; qué grande el Naturhouse, por hacerme llorar de emoción. A mí y a unos 200 aficionados riojanos.
Porque los que estuvimos por León todo el día disfrutamos de nuna jornada para el recuerdo. Primero, tomando el Húmedo como si fuese la Laurel, aunque los pinchos en León son gratis; luego, haciéndose sentir en un pabellón majestuoso, lleno hasta la bandera; y por último, celebrando con los suyos hasta el momento en el que el autobús partió hacia Logroño. Impresionante.
Por eso, quiero enaltecer el esfuerzo de estos hinchas, que hicieron, en muchos casos, más de 600 kilómetros en un día, para ser parte de la historia de este club. Aquí os dejo dos imágenes que (mal)pude hacer cuando presentaron al equipo y cuando la plantilla se acercó a saludar.
Muchos de ellos, al igual que yo, dejamos derramar una lagrimilla de emoción. También hubo jugadores que no pudieron aguantar esos sentimientos, como Niko Mindegia, que jugó (y de qué manera) su último encuentro con el Naturhouse. Ellos se lo merecen. Porque el Naturhouse es Champions. Y su afición también.