Pablo Cacheda siempre está sonriendo. Le gusta tocar las narices a sus compañeros (y a un servidor) y encaja de muy buena manera cuando él es víctima de las bromas. Un fenómeno dentro y fuera de la pista, lugar en que estaba cuajando una gran temporada, sobre todo los últimos encuentros. Por eso, y por todo lo que ha vivido antes (rotura del cruzado en Valladolid y de ambas manos en Logroño), y por lo que más que probablemente deberá afrontar en el futuro más inmediato, la victoria del Naturhouse de esta noche ante el Cangas (34-25) ha quedado minimizada por su lesión. Una acción en el minuto 7:35, momento en el que el central de Lalín hizo un mal movimiento y quedó tendido en el parqué del Palacio, gritando de dolor, llorando de impotencia.
Según los responsables médicos del club, Cacheda sufrió una luxación en la rodilla izquierda, reducida en el momento y pendiente de realizar resonancia para evaluar lesiones internas. Es decir, que en las próximas horas le realizarán una resonancia magnética para evaluar si tiene algún ligamento o menisco roto.
Más allá de este episodio, que dejó helado al Palacio con los gritos de Pablo (me recordó a los de Javi García en Rusia), el Naturhouse jugó, en líneas generales, un buen partido. Ángel Fernández se marchó con ocho goles; Iñaki Peciña jugó muy bien en ataque y en defensa, Carlos Molina también tuvo buenos momentos ofensivos –Langaro sufrió un pequeño esguince al acabar la primera parte y no volvió a la pista por precaución- y ambos porteros tuvieron una buena jornada (37,5% para Kappelin con 12/32 y un 54% para Gurutz, que detuvo 6/11 con tres penaltis consecutivos). También tuvieron minutos los menos habituales como Javi Muñoz, muy efectivo, y Ángel Montoro, autor de tres tantos.