El público en este deporte (como en todos) es soberano. Pero eso no le libra de críticas. Uno puede decir, por ejemplo, que el público de León es un gran público: muy fiel, ruidoso, presionante. O que Antequera es una plaza dura por un público que va al límite, auque no lo traspasa. O que el público de Cuenca ni siquiera sabe dónde esta ese límite, confundiendo presión con bajeza.
Dicho lo cual… ¿Cómo es el público de Logroño? Se puede decir que es, de primeras, numeroso y fiel, lo cual es de agradecer. Pero se puede decir también que no es lo suyo remar contra corriente: pocas veces se la ha visto animar con el marcador en contra, aunque s caliente con facilidad cuando el equipo da buenas sensaciones.
Y es, últimamente, un público con el pito fácil. Ayer lo sufrió Pavlovic, un jugador que no se ha ganado el aprecio de la grada y al que, por lo visto, le va a costar hacerlo. Auque es muy discutible que pitar a un jugador propio cuando el equipo esta luchando sea una señal de buen público.
Y hubo, por fin, pitos para el equipo al final. También aplausos, aunque los pitos se oyen más. Y para mí, fueron malos pitos. Se puede discutir el juego (mejor o peor) del equipo. Pero no que todos y cada uno de los que ayer salieron se partieron la cara ante un rival que, hoy por hoy, es superior. Pitar a esos jugadores es no reconocer el esfuerzo, no premiar el juego durante 55 minutos, fijarse sólo en el resultado y el marcador final.
Malos pitos, en fin. El equipo no se mereció ayer irse abroncado (auque fuera tímidamente) por su afición. Ni a temporada justifica broncas: ¿Alguien ha olvidado dónde está este equipo?