El gran capitán, emblema del Ciudad de Logroño, dice adiós al deporte que ha practicado de forma profesional durante los últimos 23 años. Casi un cuarto de siglo defendiendo las porterías del Bidasoa y del Ciudad de Logroño, camiseta que ha abanderado durante las catorce últimas temporadas. No se va un jugador más. Se despide un símbolo, un ejemplo, un hombre que ha sabido ganarse el cariño de prácticamente todas las aficiones. Y eso, en algunos casos, es imposible. Gurutz Aginagalde deja el balonmano huérfano, tal y como publico en Diario LA RIOJA esta mañana. Lo hace de forma prematura. Las elecciones a la presidencia del Bidasoa que le vio nacer, previstas para cuando acabase la actual campaña, se han adelantado al 24 de noviembre. Quizá por mala leche, pero las cosas son de esa manera y Gurutz está obligado a hacer las maletas para siempre.
El portero irundarra, que acaba de cumplir 41 años de edad, dejará de jugar al balonmano. Por incompatibilidad. Porque Gurutz, que ha hablado desde el inicio del proceso con el Ciudad de Logroño, envió un escrito al Comité Nacional de Competición para ver si el ser presidente de un club podía simultanearse con ser jugador de otra entidad de la misma categoría. El resultado fue negativo.
Ahora, al guardameta, que también tiene un proyecto laboral en su tierra, le quedan por delante seis encuentros. Defenderá los colores de su querido Ciudad de Logroño ante el Atlético Valladolid (3 de noviembre, en el Palacio), el Barcelona (7 de noviembre, en el Palau, con las cámaras de Gol TV), el Cangas de Morrazo (martes 13 de noviembre, en el Palacio), el Kadetten Schaffhausen (17 de noviembre, su despedida del público logroñés), el Benidorm (21 de noviembre) y ante el Kadetten Schaffhausen, en el encuentro de vuelta, que se celebra el 24 de noviembre, mismo día de las elecciones a la presidencia del Bidasoa. Un encuentro, que según me comentó el propio Gurutz esta mañana, sí podrá jugar. El último de su dilatada carrera. El balonmano, y Logroño en particular, le llorará y echará de menos, aunque le veamos en la grada de aficionado. Mucha suerte, capitán.