Dos autobuses, dos aviones, tres aeropuertos y nueve horas después, el Naturhouse está en Belgrado. No voy a decir que haya sido un viaje bonito; nada que comience a las cuatro menos cuarto de la mañana puede serlo. Hasta para mí, que me he levantado una hora más tarde, es inhumano. Así que para ellos…
Así, con un número variable de gente dormida por los aeropuertos y los aviones, hemos llegado. Bilbao-Munich-Serbia, tó seguido. No voy a decir que Belgrado sea una ciudad bonita: hasta ahora sólo he visto la entrada y era… cómo decirlo… más feo que mandar a la abuela a por drogas. Pero dicen que el centro es chulo.
Todo tiene, eso sí, un aire setentero curiosísimo. Empezando por el hotel Srbija, donde estamos; a un par de manzanas del pabellón, parece, pero con un estilo Benidorm 1973 que resulta hasta entrañable. Ese gotelé hasta en el techo…
En fin. A las dos comida, a las seis entreno, luego vídeo, y el señor Pablo a escribir un par o cuatro de paginitas. La buena noticia: hoy, ninguna baja. Luego iré a la caza de una leyenda del balonmano para que nos amenice el blog. Y si no, pues algo se nos ocurrirá.