Suárez, la libertad y la ira | Carta a Sagasta - Blogs larioja.com >

Blogs

jalacid62

Carta a Sagasta

Suárez, la libertad y la ira

Suárez, portada de la revista Time

Mítico prócer. Como pudiste comprobar en la hora de tu adiós, el cielo te libre del fatídico día de las alabanzas: será que ya estás difunto. Tal vaticinio se acaba de cumplir con el recién finado Adolfo Suárez, aunque al menos parte de ese cariño lo recibió en vida… Sobre todo, desde su retirada del ojo público. Cuando no molestaba. Porque cuando fue actor principal de la política patria, recibió más acíbar que almíbar. Su despedida de la Moncloa le sorprendió en la cumbre de su desprestigio: aunque nadie quiera hoy recordarlo, era un apestado cuya compañía nadie reclamaba. Y sin embargo…

Sin embargo, con el tiempo su figura se agigantó. Cuando incluso su gallarda estampa ante el vil Tejero se evaporaba entre los españoles (somos así de veletas), hubo un Suárez que volvió a ganarse el favor popular: fue el que se inventó el CDS para reanudar con los españoles el idilio emprendido en realidad muy poco antes, un breve espacio de tiempo que el vértigo de la vida convirtió en una eternidad.

Lo cual era sólo una falsa impresión. Entre la muerte de Franco a la renuncia de Suárez, entre 1975 y 1981 mediaron todas estas cosas: se enterró al dictador bajo una pesadísima losa (por si acaso), las Cortes franquistas practicaron su increíble haraquiri, nació la ley de reforma que derribaba el régimen dictatorial, se implantó el sufragio universal, tuvimos elecciones preconstituyentes como si tal cosa en un país ajeno durante cuatro décadas a esas cosas de la democracia, surgió de la nada una Constitución bastante decente, volvieron a hablar las urnas y por primera vez en mucho tiempo tus compatriotas desertamos de la tradición de hacernos sangre. Hubo amnistía, volvieron los exiliados, se legalizó el PCE, llegó la ley del Divorcio… Que tal prodigio acaeciera en apenas seis añitos alcanza la categoría de milagro mayúsculo. Lo nunca visto, sobre todo si tienes en cuenta que los militares amenazaban cada día con echarse al monte, ETA mataba sin piedad (como siempre, vaya) y Suárez soportaba un Gobierno donde anidaban la traición, la deslealtad y el cainismo. Todo muy español.

Quien revise ese lustro con la mirada conmiserativa del que cree haberlo visto todo, quien repase tamaña acumulación de asombrosos sucesos desde el cinismo que nos invade, quien se cachondee de los logros atribuidos a la muy menospreciada Transición por lo que tuvo de componenda, olvidará la lección que puede extraerse del protagonismo de Suárez y compañeros de viaje, Rey incluido, qué le vamos a hacer: que los españoles apostaron por la convivencia, lo que implica (claro) aprender a perdonar, mirar a veces para otro lado y ponerse en el lugar del otro. Entender sus razones. Justo las virtudes que hoy echamos en falta.

Porque la clave es que aquella promoción de antiguos camisas azules, reciente el dolor derramado en la Guerra Civil y la furia desatada sobre los derrotados durante los 40 años ignominiosos, hizo suyo el eslogan alumbrado por los comunistas de Carrillo: la idea de reconciliación nacional, precepto que hemos ido olvidando. Vivimos tan a gusto en la confrontación perpetua que algún miembro de mi quinta ya no recordará que Suárez fue el primer mandamás que no nos dio miedo. Lo frecuente eran políticos tipo el Generalísimo, un espécimen de mandatario a quien le asomaba el correaje bajo la americana o (peor) tal vez la pistola. Con su aire de galán a lo Mastroianni, esa pinta de chuleta madrileño que me resulta tan querida y fumando siempre con mucha clase, Suárez fue a nuestros juveniles ojos puro rocanrol. Fue libertad sin ira. Así que hoy, cuando la primera retrocede y la segunda nos abruma, podríamos aprender algo de su ejemplo. Para que vuelvan los buenos tiempos y nos traigan más libertad, menos ira.

Otro sitio más de Comunidad de Blogs de larioja.com

Sobre el autor

Categorías


abril 2014
MTWTFSS
 123456
78910111213
14151617181920
21222324252627
282930