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Nuestro hombre en la Glorieta

Foto antigua de la escultura de Sagasta en la Glorieta, propiedad del Archivo Municipal

Nota previa. Escribí este artículo hace una semana tan sólo, en torno a los avatares de la Glorieta de Logroño y el Instituto Sagasta, cuya reforma acaba de anunciar el Gobierno de La Rioja. Así que algunas de mis reflexiones han quedado superadas por el paso del tiempo en apenas unos días. Visionario que es uno.

Fino prócer. Cuando cruzo alrededor de tu pedestal estos días, me pregunto qué opinará nuestro hombre en la Glorieta desde su magna perspectiva de los cambios que se anuncian en la plaza que le acoge. Que le acoge desde largo tiempo: ahí tienes esta imagen que recupero de una exposición organizada por el Ayuntamiento, donde apareces enhiesto, firme el ademán, mirando hacia el León Dormido. Vigilando tal vez la doble fila, si es que en el Logroño finisecular también aparcaban las carretas donde les placía a sus dueños.

Se trata del mismo Ayuntamiento que ahora nos anticipa una reforma integral de la plaza donde disfrutas de tu bien ganada jubilación, escenario que fue de mis juegos infantiles cuando nos aburríamos del Espolón: no había mucho más donde elegir. En aquel entonces, finales de los años 60, la ciudad se acababa hacia la Gran Vía, los columpios eran un invento para ricachones con chalé en la carretera de Soria y ni por asomo intuíamos que un día nos asombrarían avances tales como las ludotecas y el chiquipark. Quiere decirse que nos buscábamos la vida, asilvestrados por calles donde alguna tarde surgía un coche a gran velocidad (calculo unos 40 por hora), que en ocasiones hasta se detenía para que acabáramos de buscar la pelota recién calada. Frente al Espolón, la Glorieta deparaba además grandes atractivos. Su arbolado garantizaba ricas zonas umbrías, muy cotizadas por las parejitas, y permitía edificar porterías improvisadas para el único juego que conocíamos entonces: el fútbol. La Glorieta disponía también de un apabullante edificio en mitad de su corazón, el venerable instituto al que das nombre, que con el tiempo se resignó a albergarme como alumno.

Y es ahí adonde quería llegar. Me temo que una reforma integral de la plaza exigirá resolver simultánea o previamente la mejora del instituto, que lo pide a gritos (yo al menos los oigo desde hace alguna década). Solucionar tanto su presente como su futuro ayudaría a saber qué queremos hacer con la Glorieta, pero semejante prodigio exigiría que se dieran la mano Gobierno y Ayuntamiento… Porque qué quieres: la propuesta ganadora del concurso convocado por nuestro Gobierno local y el resto de alternativas que expuestas estos días en el COAR… He visto cosas peores, sí, pero también mejores. Eso de convertir todo el espacio en una suerte de rotonda no acabo de verlo, pero será que carezco de la imaginación que sí suele acreditar ciertos arquitectos: a ellos debemos los logroñeses obras tan magnas como esa preciosidad de campo de fútbol, el monumento al buen gusto que es Riojaforum, esa caprichosa joya llamada plaza de toros, el deslumbrante Palacio de los Deportes.

No sigo para no deprimirte. Uno, en su humilde caletre, siempre pensó que además de despejar la incógnita de qué haremos con el instituto, la reforma de la Glorieta sólo precisaba peatonalizar Duquesa de la Victoria hasta el Espolón y unificar por lo tanto ese espacio con el también peatonal paseo de las Cien Tiendas. De paso, se podría aprovechar para levantar el infame adoquín y la peligrosa loseta que tanto han hecho por las firmas de ortopedia y dotar de civismo a quienes convierten precisamente ese tramo en una pocilga cada fin de semana. Poca cosa.

Como es lo más urgente y necesario, seguro que pronto se hace.

 

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