Aclamado prócer. Esos paisanos que ves pasear estos días sudorosos a tu alrededor, la mayoría en pantaloneta y/o exhibiendo un tórax mejorable en algún aciago caso, no huyen de ningún cataclismo nuclear ni se apresuran a abandonar Logroño hartos de la doble fila perenne o del precio que en ciertos locales alcanza la copa de vino (sin tapa gratis). Así que nada temas: son sólo humildes aficionados al deporte. Ya sabes, esa nueva religión que todo lo invade, impone hábitos recientes (adiós a la tripita cervecera, hola a la depilación láser) y exige consumir el tiempo libre subido a la bici, desgastando zapatilla o imitando el regate del ídolo futbolero que se lleve esta temporada.

Lo cual me parece fetén. Aunque, como españoles que somos, nos pasemos de frenada: o nos tumbamos en el sofá o no paramos de sudar. Sin término medio. Acontecece también algún caso de doble militancia: hay quien no deja de perfeccionar la práctica deportiva que le tenga entre sus devotos al mismo tiempo que ejerce de espectador de otras disciplinas. En este segundo caso, enhorabuena, porque repaso el calendario que asoma a la vuelta del verano y no salgo de mi asombro: no sé a qué curioso azar se debe que en la próxima campaña cualquier vecino de Logroño vaya a disponer de un menú tan selecto como variado.

De modo que anota: el adicto al balonmano tendrá como suele a su Naturhouse, grande en la Liga doméstica y prometedor embajador de España por los confines europeos, y tendrá a su Sporting, las jovencitas que disputan la segunda división de la Liga nacional. El amigo del baloncesto se podrá dar un festín: casi no hay fechas libres en su carné de baile, porque a las andanzas del renovado Clavijo por el segundo escalafón patrio debe añadir las que protagonizará su filial, militante también en categoría nacional, y el salto a la élite de las chicas del Promete. Agrega a estos éxitos alguno más: desde Murillo viaja hasta la capital el renombrado club de voleibol femenino, dominador de las competiciones el año pasado y aspirante a repetir hazañas en el presente curso. Y puedes rematar la agenda con otro equipo de mayúsculo nivel nacional, también formado por mujeres: Rioja Fútbol Sala.

Sí, ya sé que este recuento que te hago no será la cosa más importante del mundo. Que más nos valdría exhibir tal pedigrí en otros ámbitos: el científico, por ejemplo. Que yo también preferiría que nos olvidáramos de todo el pelo de la dehesa que todavía nos distingue con harta frecuencia, que nos despojáramos de la caspa que surge demasiadas veces. Pero qué quieres: este despliegue deportivo me maravilla y me da qué pensar. Porque observo que cuando se hacen las cosas bien, fluye la cooperación público-privada, brota algún filántropo (ave rara por estas tierras) y el puro espectáculo no se ve ensombrecido por cuitas de índole sociológico. Cuando fracasa el sonsonete perverso del y tú más, cuando el mal humor se queda en casa, cuando se deja de enfangar la escena pública.

Cuando tal prodigio ocurre, uno se limita a ocupar su asiento para animar a los suyos, pasa un rato entretenido y confirma que todo esto sucede sin salir de Logroño. Sí: de Logroño, donde salvo el llamado deporte rey, el resto de competiciones goza de buena salud. Y si te preguntas por qué el fútbol indígena no acaba de despegar, te doy un consejo: olvídate. Es cosa extraña, del ámbito de la parapsicología. Confórmate con lo que tienes y disfruta de este sueño, que es más bien un milagro. Y recuerda las palabras que nos legó el amigo Chesterton: «Lo más increíble de los milagros es que ocurren».