Querido prócer. Como te tengo advertido, el socialismo riojano vive días confusos. Más bien, años confusos. Y convulsos. La causa principal, más allá del debate ideológico de fondo, tiene que ver con la larga noche en la oposición del Parlamento regional a la que ha sido condenado por las mayorías absolutas del PP, desde 1995. Veinte años. Sin alcanzar el poder resulta casi imposible cambiar el modelo de sociedad, que se supone que es la aspiración principal de cualquier partido. De modo que desde la última etapa de Martínez Sanjuán como secretario general a todos las fallidas pruebas posteriores por rearmarse, ejercer la oposición de modo cabal y activo y propugnarse ante los riojanos como una alternativa creíble y sólida al PP de Pedro Sanz se ha convertido en tarea hercúlea, siempre fracasada a la espera del presente intento. En consecuencia, carentes por lo tanto del ejercicio del Gobierno que suele ser el pegamento que sana todas las heridas internas, el PSOE riojano se ha ido desangrando entre rencillas y cainismos, familias y capillitas. De modo que entenderás mi sorpresa cuando tropecé con la foto que decora estas líneas, donde los unos y los otros, las diferentes generaciones que han pilotado el socialismo riojano en las últimas décadas, quedaban retratados entre un alud de sonrisas. Sonrisas que, además, parecían sinceras: las merecía quien aparecía alrededor de todos ellos, Esther Peña.
Sólo alguien como ella podía obrar el milagro. Su buen humor perenne, su carácter risueño que sale a flote incluso ante las circunstancias más adversas, su eficacia eterna, su rigor y su seriedad… Cuando desde esta o desde cualquier redacción se le veía operar en los distintos cometidos que su partido le encargaba, uno tendía a pensar si al PSOE no le convendría darle la vuelta a la mesa: que fuera alguien como Esther Peña quien trazase la estrategia y sus jefes quienes se ocuparan de ejecutarla. Tal prodigio, como es obvio, nunca ocurrió. Así que Esther Peña se las arregló para entregarse con el mismo espíritu de compromiso a quien ocupara en cada momento la jefatura del partido como al partido en general. Con un entusiasmo que resultó a su alrededor menos contagioso de lo que debiera. Sin permitirse jamás un reproche a esos mismos medios a quienes atendía cortés, gentil y discreta. Tres virtudes que, por cierto, tienden a escasear últimamente entre nosotros.
Las fotos que te mencionaba se tomaron con ocasión de un homenaje que el socialismo riojano tributó a Esther Peña: resulta que se jubila. Como El Cid, ha obrado en la hora de su adiós laboral una última proeza, la de reunir a su alrededor a las distintas facciones que en su partido han sido. Sentar en una mesa como aperitivo a Nacho Pérez con Ángel Martínez Sanjuán, añadir de postre a Santiago Sufrategui y situar entre y plato a otros seniors como Jesús Urbina mezclados con miembros del actual grupo parlamentario, antiguos dirigentes ya retirados y veteranos del equipo del propio Pérez Sáenz en los días felices en que ocupaban el gabinete de Presidencia… Convocar a todos esos rostros que habitualmente observamos enfurruñados, peleados entre sí con ese cariñoso odio que sólo se destila en las tripas de tu propio partido, es uno de los méritos mayores de Esther Peña. No se me ocurre a nadie capaz de ejecutar en el actual PSOE un milagro semejante.
Hubo ausencias, claro. Echarás en falta alguna cara conocida, pero es posible que contingencias de orden superior impidieran a algún invitado acudir al festejo. No seas mal pensado. Quédate con lo relevante: los que sí asistieron. Porque cualquier miembro del PSOE que repase hoy esas fotos, aunque se pueda ver inundado por una oleada de melancolía, se confesará satisfecho cuando compruebe que en ciertos momentos sus responsables, los de hoy y los de ayer, saben aparcar sus diferencias y reunirse en torno a una mesa si la preside Esther Peña. Sospecho que la militancia se sentirá reconocida viendo en las fotos del homenaje a sus últimos secretarios generales. (Con una salvedad: el actual). Y no creo que falle si me malicio que ese mismo e hipotético militante socialista se deje invadir por el estupor más absoluto cuando compare estas imágenes alrededor de Esther Peña con las tomadas con motivo de la reciente asamblea del PSOE logroñés para elegir a su lista al Ayuntamiento: apenas un puñado de afiliados rodeaban a su cabeza electoral, en medio de una sensación de completo desinterés por lo que se cocía en la semivacía sala de Riojafórum. Hay asambleas que parecen funerales, tuiteó con acierto una dirigente del partido. Justo lo contrario al homenaje a Esther Peña, una mujer que al parecer sí sabe unir a los suyos.