Querido prócer. Cuando algo se mueve en un partido, una de las primeras medidas que cada cúpula adopta en cada sede es instalar un aparato para detectar a los tibios. Esos bultos sospechosos que surfean por encima del pulso entre líderes y facciones, a quienes sin embargo les espera el mismo fatídico destino que a los derrotados: cuando se calibra la temperatura ambiente tiende a desterrarse a los templados. El mercurio sólo acepta oscilar entre frío y calor. Y de debates calientes algo saben en el PSOE desde la noche de los tiempos: la frialdad no es lo suyo. Ni la tibieza.
Lo pudo acreditar en su propia carne mortal su antiguo jefe, el senador Francisco Martínez Aldama. A quien la cúpula que pilota César Luena situaba entre quienes prefieren no mojarse hasta comprobar si la piscina está llena. Y puesto que sospechaban los amos del aparato que el exsecretario general se movía con demasiado sigilo, aprovecharon el último comité regional para invitarle a significarse. Si entre sus cálculos figuraba la idea de anunciar su apoyo a Susana Díaz cualquier día de éstos, Aldama vio dinamitado su propio tiempo político: tuvo que pronunciarse. Para aceptar que sí: que tiene puestas todas sus complacencias en la compañera Díaz.
Alboroto general (aunque también templado) en Riojafórum y llamada al orden: que en el caso del PSOE de Luena significa que hay que retratarse. Que toca votar. Y los socialistas riojanos votaron por supuesto, y votaron en la dirección presumida: la de quienes quieren adelantar el congreso y piden también primarias. Lo mismo que exige Pedro Sánchez, el archienemigo de Susana Díaz, la candidata tácita que no tiene tanta prisa en dar la cara. Aunque tampoco la tenía Aldama y ahora ya saben todos en su partido lo que no quería que se supiera. Al menos, de momento.
Porque la votación arrojó una lectura adicional: la derrota del único senador socialista por La Rioja, a quien sólo apoyó un reducido grupo de militantes; entre ellos, el núcleo arnedano. Lo cual provocó el consabido revuelo de interpretación sobre qué dice y qué no dice el reglamento de turno: un clon riojano de los líos de Ferraz. Si apoyaban a Aldama 15 o eran 16 los afines. Y hubo mensaje añadido: que entre quienes sí le respaldaron no figuraba el alcalde de Arnedo. Javier García se ausentó del cónclave y no tuvo que pronunciarse: a esa misma hora recibía a la Cofradía del Vino, en cuyas filas ingresó mientras sus compañeros votaban en Logroño para disgusto de Aldama. ¿Casualidad?
Seguramente. Desde el Ayuntamiento arnedano se garantiza que su alcalde prefiere centrarse en tal responsabilidad y observar de lejos, con el debido respeto, el debate orgánico. El eterno dilema entre la lealtad al jefe, a quien tanto debe, o la fidelidad a su agrupación, que también le merecerá algún crédito. Lo cual puede acabar por reservarle asiento en el espacio adaptado en Martínez Zaporta para la tercera vía, la formada por los dirigentes más templados.
Quienes sin embargo se arriesgan a ver pasar todos los trenes mientras sopesan si deben quedarse quietos, como le gustaba a Alfonso Guerra, o imitar a quienes sí se mueven: por ejemplo, los miembros de la plataforma que ayer se presentó en pú- blico para pedir con otra voz, la del militante de base, lo mismo que reclama con su propio servicio de megafonía la cúpula socialista. Que toca congreso y que debe haber primarias. Que no es el tiempo de los tibios. Que es la hora de contabilizar apoyos: la hora del conmigo o contra mí.
La misma tarea que por cierto aguarda al eterno rival del PP riojano… Que se le parece más de lo que ambos quisieran reconocer