A quien corresponda: es usted un zoquete. O quizá la culpa sea de más de uno, así que pluralizo el epíteto. Son ustedes unos zoquetes, entonces. De los gordos, sí señores.
Son, eso sí, zoquetes geniales. Porque hace falta su puntito de cerebro para inventar el peor trámite burocrático de la historia de la humanidad. No se crean, hasta para hacerlo rematadamente mal hay que tener talento.
Me refiero, claro, al mecanismo que se han marcado en la Delegación del Gobierno, la Comisaría de Policía o el Ministerio del Interior –donde sea– para que los logroñeses renueven su Documento Nacional de Identidad. O para que lo intenten, habría que decir.
Seguro que ya lo han oído. Como, gracias al nuevo DNI, sólo se pueden imprimir unos pocos al día, hay que coger número. Y sólo se da vez a los cien primeros. Y claro, como eso del DNI no es algo sin lo que se pueda pasar –la poli te empapela si no lo llevas, ojo– el resultado es que la peña hace cola desde altas horas de la madrugada para conseguir un numerito. Y que muchos no lo consiguen, sino que han de intentarlo varias amanecidas.
Más: a veces se puede hacer más de cien, pero eso nunca se sabe. Así que es posible guardar cola de nuevo a eso de las dos de la tarde… Para porsia. Pero bien puede ocurrir que sea para nada. Y a jibiarse.
Por si no lo recuerdan, señores zoquetes, estamos en el siglo XXI. Uno puede comprar por ordenador entradas para la ópera de Sidney, billetes de avión para Singapur o dos lechugas para cenar. Uno puede descolgar el teléfono móvil y que una amable señorita te guíe hasta la gasolinera, farmacia o consultorio mas cercano. Pisamos la luna hace cuarenta años, y Larra lleva muerto un carro de tiempo.
Así que no me joribie, míster zoquete. Debe haber un método mejor. Uno que, al menos, no nos haga parecer un pueblo perdido en el corazón de Burundi.