Imagínese la estampa. Usted, proba madre de familia de, pongamos, Canales de la Sierra, oye de pronto que llaman a su puerta. Abre, y se encuentra en la calle a dos reporteros de una tele extranjera que le enseñan una foto borrosa –una foto de usted, pásmese– y le preguntan con cara de sospecha que quién es la niña que aparece en la imagen.
Usted mira la foto, al periodista, la foto, al periodista otra vez, y se empieza a preguntar si esta gente está bien de la cabeza. «Pues es mi hija, claro». «¿Está segura?». Nos ha jodido, piensa usted. Si lo sabré yo, que la parí hace tres años y bien que me dolió.
Luego, cuando los periodistas ya son un ciento, casi todos ingleses, va entendiendo. Hace unos días, parece ser, iba usted por las lindes de su pueblo cuando un par de guiris que pasaba por allí la vio con su Jennifer a cuestas. Su Jeny es, por cierto, rubia como usted, su padre, su abuelo y la mitad del pueblo. Pero a los guiris eso de un español rubio les parece extraño: todo el mundo sabe que los hispanos son pequeñitos, morenos y gordos, como ese sex symbol suyo que se llama Andrés Pajares. Rubios, no. Y la niña, ojo, ¡se parece a la desaparecida Madeleine McCann!
Usted no se enteró de nada, pero los pájaros le hicieron una foto, la mandaron a un periódico y, al rato… tachaaaán… usted era la secuestradora de Maddie para el orbe civilizado.
Pongamos ahora que usted no es usted, sino Hafida, lugareña de una aldea del Rif. Su preciosa Jeny se llama Buchra y sí, es rubia como usted, su padre, su abuelo y la mitad del pueblo. Que, por cierto, se llama Zidat. Una morita rubia, fíjese, porque resulta que en ese país del que nada sabemos aunque mucho hablamos hay un buen montón de peña de pelo y ojos claros.
A estas alturas, en el Rif ya estarán haciendo cantares y chistes. Todo Marruecos se ríe de nosotros, en fin, y lo hace con toda la razón: están locos estos guiris.