Todos queríamos una camiseta del Ché. Cuando éramos jóvenes y algo más románticos. Ahora, sin embargo, corren otros tiempos. Guevara anda ya más pasado que su compadre Fidel, y los bandoleros modernos son otros, ya ni utilizan metralleta. Para qué, si se puede fastidiar al rico y al poderoso utilizando la jeta, el campo de golf y el ordenador.
Así que, puestos a vestir rindiendo homenaje al criminal simpático, ¿por qué no elegir al mayor de todos? Bernie Madoff, digo, capaz de timar a todo el mundo, pero sobre todo a los más ricos y, se supone, inteligentes del planeta dinero. Desde ayer está activa la web Viva Madoff, donde uno puede comprar bonitos recuerdos con la efigie del bandolero de Manhattan.
Dicen sus honrados promotores que la pasta la donarán a una ONG. Pero francamente, ¿a quien le importa? Ser timado en nombre de Madoff tiene su gracia. Y esto del culto al malo tiene su tradición, como leía ayer en Expansión a Manuel del Pozo. En esto, el que se lleva la palma es Charlie Manson, el asesino lunático con más fans de la historia. A éste nadie le gana en camisetas ni en frikadas: ¿qué tal un tamagotchi-Manson ?
En fin. Estamos locos. Pero ¿y lo que nos divertimos?