Usted, en realidad, no quiere que yo le cuente la verdad. Lo que usted quiere (no me mienta, vamos) es que le confirme lo que USTED ya piensa. Y que le diga que la realidad se acomoda exactamente a lo que usted esperaba de ella. Que le dé la razón, en suma.
Somos comodones. En lo que se refiere al razonamiento preferimos las autopistas, ésas por las que ya va mucha gente. Hay felices excepciones, claro, personal que se pone a explorar salidas laterales e incluso caminos de cabras. Pero son los menos, y corren más riesgo de despeñarse.
Un ejemplo: los casos de corrupción del PP y la cacería de Bermejo&Garzón. Como usted es
votante del PP, se sentía más bien deprimido según iban saliendo las noticias sobre los chanchullos madrileño-valencianos. Pero ya sabía que había gato encerrado. Y cuando se enteró de lo de la cacería, respiró: aquí hay conspiración, el ministro y el juez, El País y la Ser, que si tal que si pascual.
O, como resulta que usted es votante del PSOE, estaba contentísimo viendo cómo los casos de chanchulleo corroboraban lo que usted ya sabía (en la derecha no hay más que chorizos) y se refocilaba en la desgracia ajena. Y lo de la cacería… Pues hombre, seguro que el pobre ministro y el pobre juez coincidieron por casualidad. Ellos no querían.
Hernández y Fernández eran dos policías de los tebeos de Tintín (uno también tuvo infancia). Uno hablaba – «Bermejo dimisión», pongamos por caso- y el otro se apresuraba a apostillar «yo aún diría más: Bermejo dimisión». Así nosotros: nos parece que pensamos. Pero sólo somos Fernández en busca de su Hernández.