A mí, sinceramente, me importa poquiño quién gane las elecciones gallegas. Algo más interés tengo en las vascas, sí: me encantaría que los antxones vieran que el sol sigue saliendo aunque no gobierne el PNV. Pero a mí, en realidad, la política que me gusta es la que me quita obstáculos o la que, ya puestos, hasta me da alguna facilidad.
Por eso, ahora mismo, se me llevan los demonios pensando en las
guarderías de Logroño. Si ustedes rebuscan en las páginas de este diario (no mucho, un par más pallá) leerán que
Ayuntamiento y Comunidad andan a la greña por la pasta de las guarderías. Porque el Consistorio se ha puesto a la tarea de abrir guarderías públicas en Logroño, y el Gobierno le ha dicho algo así como «pues verdes las han segao». Que te las pagues tú, si las quieres.
Y miren, yo que suelo mirar muy de reojo ese tipo de polémicas -rara vez veo que alguien lleve la razón- creo que en esta ocasión sí hay un justo y un pecador. Logroño ha tenido durante una docena de años un gobierno del PP. A la vez, el gobierno de La Rioja era del PP. Durante todo ese tiempo, el número de guarderías públicas abiertas en Logroño ha sido exactamente igual a cero. Se lo escribo con números: 0. Y ahora que el Ayuntamiento se ha puesto a lavar ese desaguisado casi histórico, viene el Gobierno y dice «oiga, que esto no es cosa mía».
Y sí lo es. Hace poco visité la preciosa nueva guardería pública de Pradejón: como ésa, muchas otras localidades disfrutan de guarderías públicas en algunas de las cuales, atentos, ¡hasta sobran plazas!
Eso sí es política, y no los garzones ni los correas. Política pa mi niño: la que cuenta.