Hace unos años, en una clase de un colegio logroñés de cuyo nombre no pienso acordarme, una monja logroñesa advertía a sus jóvenes alumnas (en edad de merecer, 14 ó 15 años) de que no se bañaran en la misma agua (de bañera, se entiende) por la que hubiera pasado previamente su padre o algún hermano mayor.
Nos lo contaba una de las atónitas alumnas de aquel entonces, que no convivirían con chicos en clase, pero que ya sabían lo suficiente de la vida como para descojonarse vivamente. Y la historia se convirtió en un clásico instantáneo: qué pena que no existiera el youtube.
El asunto de la monja y sus espermatozoides nadadores me vino inevitablemente a la mente esta semana, cuando escuchaba la historia de las Adoratrices y su vídeo anti-aborto y anti-PSOE.
Lo malo del asunto es que las monjitas no repararan en que había algo raro en utilizar para el tema un vídeo anti-PSOE. Les pareció, en aquel momento, de lo más normal. Porque de un tiempo a esta parte se viene identificando el «ser católico militante» con el «ser anti PSOE». Lo cual es una barbaridad, y una barbaridad peligrosa e injusta: una de las peores cosas que puede hacer una iglesia es identificarse con un partido. O contra un partido.
Una iglesia con siglas es una mala iglesia: es una iglesia que desconoce el mundo. Igual que la monja de la bañera.