Privatizar es más barato. O eso dicen. Y mejor. Lo público es antiguo, y está algo obsoleto. Y está lleno de funcionarios escaqueadores, jetas, vagos con gran sueldo y muchos moscosos. O eso dicen.

Hay una tendencia de algunos gobernantes (los nuestros, me temo) a pensar que si algo público no funciona, lo hará si es privatizado. La Residencia Iregua, que ayer mismo vivió una manifa en sus puertas, es un ejemplo. Pero hay más. Las autoridades regionales y locales de nuestra España están llenas de fundaciones y organismos semiprivados que hacen lo mismo que los públicos, pero con más opacidad en la gestión de la pasta y mucha más libertad en la contratación del personal. Vamos, que es mucho más fácil gastarse la tela como uno quiera y enchufar al que uno quiera.

No digo yo que lo público sea siempre mejor que lo privado. Ni mucho menos: de esos funcionarios escaqueadores, jetas y vagos hay, quién va a negarlo. Y quizá esos sean los casos con más prensa. Pero hay otros.

Mi señora madre acaba de ser operada de cosa seria. Intervenida en un plazo muy breve, la autora de mis días ha pasado unos días hospedada en una habitación individual tamaño hotel. La doctora que la operó –Escudero, de apellido– ha sido un prodigio de cariño, atención y preocupación por su paciente. Enfermeras, auxiliares, limpiadoras y todo el personal que por allí pasó estuvo todo lo amable y atento que se podía esperar, y un poco más.

No sé si en un hospital privado las cosas son así. Lo son, al menos esta vez y para mi madre, en el más público de los hospitales riojanos, el San Pedro. Lo cual me hace sentirme agradecido y un puntito orgulloso. Ahí está mi dinerito: bien invertido.