Anda la leche: si ha empezado el soterramiento. Que sí, que sí, que lo prometo. Lo descubrí el otro día, sobre la pasarela de Lobete. Al principio me pareció que había una epidemia de suicidas: una docena de jubilados mirando al vacío era como para preocuparse.

Pero no, es que ha empezado el soterramiento. Hay una máquina como un castillo abriendo agujeracos en las vías, así que la cosa va en serio. Qué cosas, señores. En verdad, en verdad les digo que no pensaba yo que mi generación iba a verlo. Aunque algo debía haberme olido: entre esto y lo del túnel de Piqueras, empiezo a creer en milagros.

Y eso que la obra en cuestión ha tenido su coña. La más gorda fue aquella gloriosa mañana en la que un ministro (Arias Salgado) descendió de los cielos para hacerse una foto encima de las vías, con una excavadora detrás en pleno acto de levantar una vía, rodeado de las autoridades locales y regionales de rigor. Empezaba el soterramiento. O algo así, porque la excavadora desapareció al día siguiente. Era, ojo al dato, abril de 1999.

Otra que no le anduvo a la zaga fue cuando se presentó un proyecto de soterramiento que consistía en elevar una especie de montaña artificial –de hasta 4 metros– por encima de la vía. Decían que no se podía soterrar más porque, ojo, en Logroño hay mucha agua subterránea. Claro, el riojano que subiera a vasquilandia a ver cómo el metro de Bilbao pasa dos veces por debajo de la ría podía pensar que le estaban tomando el pelo. Y quizá era así.

Esto es España, señores. Nos cuesta algún año, unas cuantas quijotadas y algún sainete, pero al final la cosa va. Progresamos. Y encima nos reímos. Olé.