A algunos políticos tendrían que prohibirles hacerse viejos. O acabar en Europa, que es lo mismo pero en fino. Porque aquí, salvo excepciones, cuando a un político lo mandan a Bruselas es que se lo quieren quitar de en medio.
A Jaime Mayor Oreja le ha pasado eso: en el PP más normal querían tenerlo lo más lejitos posible, así que lo pasaportaron a Bélgica. Y por si alguien tenía alguna duda, a Mayor le gusta demostrar cada vez que habla por qué en su partido prefieren tenerlo lejitos. Cada vez que abre la boca, sube el pan.
Lo de esta semana ha sido especialmente desagradable, y un punto triste. El mismo día en que Francia enterraba a su primer policía víctima mortal de ETA, a Mayor no se le ocurría otra más gorda que decir que los terroristas y el Gobierno de España son «aliados potenciales».

Sí señor: saludando al tendido, y sin que se le cayera ni un pelo de la barba. En cualquier país democrático normalito, un político al que se le ocurriera decir que el Gobierno democrático es «aliado potencial» de unos terroristas vería acabada su carrera en ese mismo momento. ¿Un Gobierno democrático, aliado de unos tipos que llevan mil muertos?
La bobada es tan grande que sólo se explica por una especie de retroalimentación de la inquina que sufren algunos políticos –e incluso muchos civiles, ay– por los que no son de su bando. Esa inquina les lleva a pensar que el adversario es mucho más que eso: es un enemigo. Que no sólo está equivocado, sino que es malvado. Aupados por sus corralitos mediáticos, acaban dejando la lógica atrás, muy atrás.
Y es peligroso, porque pensar que el de enfrente tiene cuernos y rabo nunca ha llevado a parte buena.