No es fácil dar una rueda de prensa y criticar que un Ayuntamiento construya una guardería. Pocas inversiones públicas hay más justificadas, se diría, que ésa: Logroño lleva un déficit de décadas en la construcción de guarderías públicas, gracias a un Ayuntamiento no interesado y a un Gobierno de La Rioja menos interesado aún.
Pero esta semana ha pasado: un grupo de guarderías (privadas) ha dado una rueda de prensa para criticar que el Ayuntamiento construya por fin guarderías (públicas). Lo que vienen a decir estos empresarios es que el Ayuntamiento debería gastar su dinero en otras cosas, porque para dar guarderías ya están ellos. Y que si quiere más plazas, que las concierte con ellos. Que para eso les sobran.

Estas guarderías desconcertadas intentan reproducir en pequeño (de 0 a 3 años) el mismo debate que se produjo hace ya años en grande, en la educación en general. Pero ellas llegan un paso más allá, que las saca de la lógica y las acerca al absurdo. Porque las guarderías privadas representadas por la FER no piden estar en las mismas condiciones que las públicas, no. Lo que piden es que NO HAYA públicas. Es como si mis Maristas del alma salieran a la calle –con San Marcelino incluido– para criticar que el Gobierno les construya colegios: a ver si les van a quitar negocio.
Y no se trata de eso. Las administraciones públicas han de cubrir necesidades públicas básicas, y las empresas privadas tienen todo el derecho a establecerse como opción. La anormal falta de guarderías públicas ha favorecido a las privadas durante años. Que ahora que esa situación cambia se quejen no es normal: es desconcertante.