No, si ya sé que juntar en la misma frase «sentido común» y «religión» acaba sonando raro. Porque, en fin, en el mismo corazón del hecho religioso hay algo que no tiene nada que ver con la racionalidad ni con la sensatez: creamos en lo que no vemos, nos piden, pese a que todo a nuestro alrededor nos indique que es mentira. Pero así es la fe; irracional. Y envidiable.
Quién la pillara. Eso pertenece a lo privado, y en esa esfera, en fin, allá cada cual. Pero es que cada vez que la religión asoma por el debate público, la falta de sentido común se desborda. Y su crecida alimenta todo tipo de insensateces de ésas que se retroalimentan unas a otras, hasta que uno acaba por perder de vista de qué estábamos hablando.

La última es la que se ha liado alrededor de una chica musulmana a la que le han prohibido acudir al instituto con su pañuelo cubriéndole la cabeza. Aún dejando de lado los argumentos declarada o sibilinamente racistas (que salen por todas partes en cuanto hablamos de lo no-español), lo cierto es que se escucha tan gran cantidad de bobadas que asusta. Desde el laicismo hasta la tradición cristiana, desde el crucifijo en la pared hasta el cerdo en el comedor.
Todo sirve para azuzar esas bajas pasiones que tanto, qué paradoja, crecen al amparo de las religiones. Un poquito de sentido común, por favor. ¿A quién perjudica que una chica lleve un pañuelo tapándole el pelo? ¿Es malo para alguien? ¿Le impide educarse, que es de lo que se trata? ¿Es una falta de respeto? ¿Denigra su condición femenina? ¿No?
Entonces, por favor, ¿por qué estamos hablando de esto?