El domingo ocurre un milagro riojano. Riojano de pura cepa, aunque ocurra en el corazón de Alemania. Es un milagro deportivo, como casi todos los que pasan en este siglo XXI tan huérfano (hasta la fecha) de apariciones marianas.
El milagro se llama Naturhouse La Rioja. El equipo de la franja color vino va a jugar una semifinal europea, y encima puede que la supere. Lo consiga o no, lo cierto es que el milagro ya está consumado: porque no de otra forma puede definirse lo que ha pasado con este club en los últimos años, y sobre todo en los últimos meses.

Los clubes como éste no salen en el Marca, o apenas. Será que faltan millones: con lo que se gasta el Naturhouse en toda su plantilla no se haría un fichaje normalito de Segunda. Y sus jugadores no se parecen a Cristiano Ronaldo. No es que sean más feos (bueno, alguno sí), sino que la diferencia va por otro barrio. Los jugadores del Naturhouse están más cerca del proletariado del deporte profesional.
Muchos de ellos, de hecho, apenas podían soñar hace un par de años con verse en una situación así. Y quizá por eso se explique esa especie de rabia reconcentrada con la que juegan sus partidos.
Pero es que hasta el club en sí es un milagro. Agobiados por la deuda contraída en la llegada a la Asobal (cuando hay que pagar mucho para que alguien venga a un club nuevo) los directivos tuvieron el valor de apostar por un técnico joven y por un equipo ajustado a las posibilidades que había. Otros han penado su ambición de no dar un paso atrás. El CB Ciudad de Logroño lo dio quizá sin saber que, a la vez, estaba dando un salto adelante. El domingo reciben su premio.