Cuando Lucas cumpla 18 años, 2.500 euros serán una filfa. Probablemente entonces Zapatero sea poco más que un párrafo de su libro de Conocimiento del Medio (o como se llame la cosa en el 2028) y está por ver si Rajoy se queda en línea o llega a capítulo.
Estoy seguro de que cuando Lucas crezca ya habrán pasado un par de crisis como la actual. Probablemente no se acordará de ninguna, y hará bien: los niños y los adolescentes tienen otras cosas en qué pensar. Ocupado en andar, o en hablar, o en ligar, o en lo que sea que se ocupe, Lucas pasará olímpicamente de los apocalípticos que surgen como setas cuando las cosas van mal dadas. Nada sabrá, por ejemplo, de los que el año de su nacimiento van anunciando el despeñe de las españas por culpa de ZP.

Lucas ha tenido suerte: concebido a tiempo, nacido (crucemos los dedos) en agosto, aún cobrará los 2.500 euros que su hipotético hermano menor no recibiría ya. Pero claro, a no ser que le compremos acciones de la próxima Google, lo dicho: 2.500 euros serán cosa de ná para entonces.
A la mamá de Lucas, que bastante hace con llevarlo puesto mientras el hermano mayor revolotea alrededor sin la más mínima piedad, le van a bajar el sueldo el 5 por ciento. No parece importarle demasiado, sin embargo. Supongo que es porque tiene otras cosas más importantes en qué pensar.
También supongo que el hecho de estar a la espera de Lucas nos cambia la perspectiva de casi todo. Confiamos en que el mundo siga girando, en que los que pierdan las siguientes elecciones ganen otras sin que nadie se corte las venas. Y si explota algo, que sea otro volcán.