Cuando las cosas se hacen mal, salen mal. Es una verdad impepinable: con la única posible excepción de los italianos jugando al fútbol, no hay manera posible de hacer una cosa malamente y conseguir a cambio un buen resultado.
El Gobierno de España lleva nueve años haciendo una cosa muy malamente. Desde hace todo ese tiempo sabe (el 2001 era cuando se lo dijeron) que las ayudas fiscales vascas eran ilegales de toda ilegalidad. Probablemente tenía que haberlo sabido antes, porque además de ilegales, eran bastante ilógicas. Pero en fin, hasta que Europa no se lo dijo, hizo como que no se había enterado.
Desde ese 2001, pues, las haciendas vascas tienen pendiente hacer que les devuelvan aquellas ayudas ilegales. El Ejecutivo vasco se hace el sueco, y pasa de todo. Y el Gobierno Español debe hacerse el noruego: como si oyese llover.

Pasan los años y ahora la burocracia europea ha dado una vueltecita de tuerca: España pagará 40 kilos de multa por no hacer que los vascos obliguen a las empresas a pagar. Y la multa irá subiendo: 236.000 euros por día sin que se cumpla la ley.
Así están las cosas, pues. Si los vascos no pagan, España tendrá que pagar un multazo diario, ahora que las arcas públicas están bien. Y lo que son las cosas: las arcas vascas, protegidas por su especial régimen foral, no contribuirán al multazo.
Pero es que si los vascos pagan, será peor: exigir ahora devoluciones millonarias a las empresas, ahora que las ventas van tan bien, puede acarrear consecuencias más dolorosas aún.
Lo dicho, en fin. Las cosas que se hacen mal, salen mal. Para desgracia de todos.