Y llegó la hora del recorte. No, en La Rioja no somos más listos que el resto: aquí la crisis pega, y pega a modo. Y también no, nuestros gobernantes no son más tontos que otros: en todas partes están cociendo habas, y cuecen tantas y tan grandes que se hacen difíciles de tragar.
Han pasado dos meses de las elecciones, y ahora se descubre que, como era de esperar, las cosas no estaban tan bien como se decía en la campaña. El rojo de los números en descubierto no pega bien con el sepia de las papeletas, ya se sabe, así que tocaba en mayo callarse lo que en junio pasaría a ser evidente: que no hay dinero.
No creo que en esto el gobierno de Sanz sea peor que otros. A todos les ha caído encima la crisis como una tormenta, sólo que en ésta parece que las nubes se quedan; es fácil ahora criticar a las derrochonas autonomías españolas, pero es paradójico hacerlo con la misma boca con la que antes pedíamos más y más de sus servicios.
De lo que sí cabrá culpar a los gobiernos regionales, y al nuestro también, es de qué hace ahora con el marrón. Lo dicho: llega el recorte. Y con él, la obligación de elegir. Las primeras elecciones han sido traumáticas. No tanto la de convertir al Gobierno en moroso de las farmacias: puestos a recortar en sanidad, ése me parece un buen modo. Mucho más doloroso es despedir al 20% de los interinos.
Pero tocará seguir eligiendo. Habrá que elegir, por ejemplo, olvidar algunos oropeles que antes parecían obligados. Por ejemplo, esa poco defendible autovía Calahorra-Arnedo. O la concertación del bachillerato. Ambas sería discutibles en época de bonanza. Ahora, serían casi criminales.