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Cautivo y desarmado

Al final, existe

La naturaleza humana es extraordinaria. Incomprensible, a veces, y gloriosa también. Y, en ocasiones, de tan podrido fondo que da miedo mirar.
A uno le gustaría pensar que tanta maldad es inhumana. Pero lo peor del asunto es que no, que es bien humana. Que ese tipo capaz de coger a un bebé de 10 meses, recorrer medio casco antiguo con ella en brazos para, a sangre fría, meterse en el río con ese cuerpecito hasta ahogarlo es humano. Y bien humano. Como yo, o usted. Dos piernas, dos brazos. Y el mismo corazón.
Es tentador pensar que los monstruos son eso, monstruos. Pero lo verdaderamente aterrador de su condición es que son humanos, y que de esa humanidad se desprende que tenemos, en nuestra condición, la capacidad de ser así.
Miro a Libia y veo algo similar. Los luchadores por la libertad de su país, capaces de ofrecer su propia vida para acabar con un dictador como Gadafi (tan bien recibido en nuestra casa hace bien poco, por cierto) son los mismos que, ahora, han desencadenado la caza del negro sin pararse en fusiles ni torturas.
Nuestro mundo está acorazado contra el sufrimiento. Y no nos gusta recordar lo que somos. Hace bien poco, en no se qué ciudad de Extremadura, se organizaron manifestaciones en un barrio porque querían instalar… un tanatorio. No un crematorio, no un centro de toxicómanos, no una cárcel (motivos tradicionales de irracional miedo vecinal) sino un sitio donde la gente va a llorar a sus muertos.
Va siendo cada vez más incómodo recordar que somos mortales, que no somos personajes de una película de Píxar. Al final, todo lo malo que hay en nosotros existe. Vivamos con ello.

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Cada viernes, en Diario LA RIOJA

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