Si uno paga una mierda por un servicio, lo más seguro es que reciba un servicio de mierda. Ya me perdonarán ustedes el lenguaje, en fin, pero es que pierdo el oremus cuando las cosas se hacen claramente mal, en contra del aviso de los que saben y de la pura lógica. Y más cuando esas cosas afectan a las partes más indefensas de esta sociedad.
A finales del 2014 el Gobierno de La Rioja sacó a concurso el servicio de comedor en un buen montón de colegios. En el concurso el Gobierno preveía gastarse 5,50 euros por menú. El pliego daba mucho peso (demasiado, probablemente) a la oferta económica, pero avisaba: cualquier puja por debajo de 4,40 euros sería considerada temeraria.
Serunión se llevó el concurso ofertando 3,71 euros por menú.
Un poco más tarde el Ayuntamiento de Logroño sacó a concurso su servicio de comida a domicilio, que reciben personas con dificultades, impedidas, ancianos… En el concurso Serunión tenía la valoración técnica más baja de las empresas participantes, pero ofrecía hacerlo por un precio hasta el 30% menor.
El contrato fue para Serunión.
No encuentro ninguna justificación para que las administraciones riojana o logroñesa hayan repetido las adjudicaciones a una empresa que, además, tiene el historial de problemas que tiene Serunión. Bueno, en realidad sí encuentro una: las estrecheces presupuestarias que tantas cosas se han llevado por delante.
Otro ejemplo más, en fin, de una verdad de cajón de madera de pino: los recortes nunca dan más calidad, ni gastar menos dinero hace que los servicios sean mejores. El Ayuntamiento de Logroño ha reaccionado, creo, con rapidez y vigilancia. Pero todos, dentro y fuera, deberíamos aprender del caso: con lo de comer no se juega.