Quién nos lo iba a decir. Que entre todo el ruido, la furia y el postureo de la sesión parlamentaria de ayer lo más sensato iba a salir por boca de un nacionalista catalán. Francesc Homs se llama, y dijo más o menos lo siguiente: «Si no fuera por la cuestión catalana, España ya tendría gobierno».
Y es verdad. Tristemente verdad: sin el obstáculo catalán, los españoles ya tendríamos un gobierno, de uno u otro color. Pero el asunto está ahí, inmisericorde y molesto como durante tanto tiempo estuvo, también inmisericorde aunque más trágico, el asunto vasco.
Si lo pensamos, los españoles llevamos casi toda la democracia desangrando fuerzas, voluntades y a algunos de nuestros más valientes conciudadanos en pelear con la cuestión territorial. Y ahí sigue: tras cuarenta años y mil muertos hemos acabado con ETA, sólo para descubrir otro ‘enemigo’ incruento pero pertinaz en Cataluña.
La energía que este país ha desperdiciado en esa cuestión hubiera estado mucho mejor empleada en otro sitio. Pero con todo, lo peor es que llegando a este momento la respuesta de la mayoría de las fuerzas políticas españolas (esa mayoría que forman PP, PSOE, Ciudadanos y algún otro) es que no deberíamos hacer nada. Que no hay nada que cambiar en nuestro ordenamiento, que mejor sigamos como hasta ahora, que eso de los nacionalismos sólo es una aventura de cuatro políticos pirados.
Probablemente sin querer reconocerlo, tanto socialistas como naranjas han acabado permeabilizados por la doctrina Rajoy: dejemos que el problema se pudra sentados a la puerta de casa, que con un poco de suerte acabaremos viendo pasar el entierro del enemigo.
Sólo que no. No se va a solucionar solo. Quienes creemos que España debe mantenerse como esa comunidad de ciudadanos que tanto nos ha hecho avanzar juntos debemos reconocer también que debemos cambiar algo. Pensémoslo juntos.