Vamos a ver, señores: pónganse de acuerdo consigo mismos. Sobre todo ustedes, señores propietarios de bares y restaurantes de Logroño. Son ustedes un gremio con voz y peso, al que conviene escuchar por eso de que pisan el cabo de la calle como pocos. Pero la verdad es que, a estas alturas, me tienen como poco desorientado.
Veamos. Allá por el 2006, San Mateo se convirtió en una cosa de nueve días. Dos fines de semana consecutivos, o sea, una semana natural más lo que se le pega antes (el viernes) y después (el domingo). La cosa aguantó hasta el 2012, creo recordar, cuando ya se vio lo que pasaba: básicamente, las fiestas empezaban un sá- bado, seguían un domingo, se acababan durante cinco días y volvían el viernes siguiente, por la noche.
Entonces ustedes, señores hosteleros, fueron de los primeros que pidieron que se acabara la cosa. Que volviéramos al 20-26 de toda la vida, porque así no se sacaba ni para pipas.
A eso volvimos, y ahora resulta que la cosa vuelve a ser malérrima. Y que hay que volver, apenas cuatro años más tarde, a lo que antes no valía. Suponemos que como eso de la crisis ya se ha olvidado, no se volverá a repetir lo de antes.
Pues miren, me voy a animar a una predicción: van a tener ustedes dos fines de semana espectaculares, pero cuatro días en medio de cero. Patatero. Y habrá una cantidad creciente de peña que tomará una decisión bien racional: coger un coche el viernes 16 y volver a la city el domingo 25, a tiempo de tomarse una caña antes de volver a trabajar. El entresemana se quedará despoblado, sin ningún ambiente en la calle que recuerde que esto eran unas fiestas especiales. Y dentro de tres o cuatro años, volveremos a discutirlo. Al tiempo.