Vamos a ver si nos llevamos bien. En realidad no es tan difícil, sólo hay que sentarse, mirarse a los ojos y hablar. Pero hablar. Como si el de enfrente fuera una persona, y no un muñeco. Para que me entiendan: ¿vieron el debate del otro día? Pues exactamente al contrario.
Llegados a este extremo de la campaña, y mientras vuelan las encuestas publicadas (y las no publicadas, que tienen hasta más influencia) seguimos en el reino de los máximos. Toca hacer ver que el de enfrente no sólo está equivocado, sino que es malo. Malísimo. Es chavista, es el partido del Ibex, es un ladrón. O algo así.
Pero luego, dentro de diez días, se acabarán las chorradas electorales y empezará el momento de las sillas. O sería bueno, porque la última vez no fue así: pasó la noche electoral, y todo el mundo siguió en campaña. Y así acabamos.
A ver si esta vez nos llevamos, pues. Llevarse significa, señores, dejarse pelos en la gatera. Admitir que uno va a pactar cosas que le van a hacer perder votos y que hará que le insulten en Twitter. Lo cual tampoco importa tanto: los anónimos en Twitter te van a insultar hagas lo que hagas, como a mi admirado Pablo García Mancha. Así que qué mas da.
Un ejemplo que les pongo. Unidos Podemos odia a Ciudadanos. Y viceversa. Si de mi dijeran la mitad de las gracias que entre ellos se sueltan les mandaría a mis padrinos. Son perfectos contrarios, en fin, agua y aceite.
Y sin embargo… Uno se pone a leer los programas de unos y otros y encuentra coincidencias a manta. Muchas propuestas de regeneración democrática son calcadas, o casi. Como las medidas para los autónomos. O la referencia a un gran pacto educativo. Y hay más: con esas coincidencias se podría hacer un gobierno. Sólo hace falta llevarse.