Los políticos corruptos no nos gustan. Pero nada: menuda ralea, vaya jetas, caraduras, cabrones. A no ser, claro, que sean de los nuestros. Entonces otro gallo canta, y bien alto: el juez es un vendido, el periódico está comprado, la policía regalada.
En los últimos tiempos estamos asistiendo en Hispania a una espiral que a mí, desde lejos, me está pareciendo muy peligrosa. Ya saben de qué les hablo: las cosas de la operación Gürtel, los trajes de Camps, las historietas de Garzón.
Supongo que con investigación y tiempo -mucho tiempo- la Justicia acabará dictando sentencia. Pero mientras tanto, los políticos están optando por lo más fácil: a mis chicos que no me los toquen.
Es el PP el que está, evidentemente, jugando el juego más peligroso. Para su salud como partido, y la nuestra como democracia, Rajoy&Co deberían estar ahora mismo buceando en las alcantarillas, cortando la cabeza de quienes hubieran tenido relación con esa cuadrilla de granujas que, aparentemente, andaban comprando prebendas por sus feudos. Dudo que eso les quitara votos. Más bien lo contrario.
Y sin embargo, el juego al que juegan es el contrario: buscan el prietas las filas, negando en bloque las acusaciones -sin poder negar los hechos concretos, lo cual es paradójico- y acusando a cualquier instancia judicial que se les ponga a tiro.
No es la primera vez, y no es el primer partido. Constantes son las imágenes de alcaldes empurados que salen del juzgado ovacionados por unos vecinos, encantados, por lo visto, de que les roben. Porque al fin y al cabo, sí, será un corrupto. Pero es MI corrupto.