Hace un tiempo, recuerdo, hubo una polémica pequeñita (las que hay en La Rioja casi siempre lo son) sobre un papá a quien no le dejaban llamar a su niño como él quería. El juez no permitía que le llamaran ‘Nacho’ porque era, decían, un diminutivo.
Sinceramente no recuerdo cómo acabó aquella querella. No sé si a mí me gustaría llamarme ‘Nacho’, a secas, por si alguna vez me tienen que llamar ‘don’. Convendrán conmigo: ‘Don Nacho’ no suena serio. Y uno siempre quiere tener la esperanza de ser un ‘don’. Aunque no sea Don Corleone.

Uno que se lo ha ganado es evidentemente, José Ignacio Pérez, senador que lo es y presidente de todos los riojanos que lo fue. Universalmente conocido como Nacho, nadie dudará sin embargo de que se merezca el ‘don’. Don Nacho lleva muchos años metido en la política, en los altos y los bajos. Un poco de tiempo en el Palacete de Logroño, y mucho en los madriles: hay entre los socialistas riojanos quienes le echan de menos, aunque sólo sea por comparación.
El otro día, Nacho Pérez se ganó, al menos para mí, un poco más de derecho al ‘don’. Su postura en el asunto del blindaje de las ventajas fiscales vascas no es perfecta. Quizá ninguna lo sea, en realidad. Pero lo que hizo don Nacho es, al menos, honroso: no apoyar lo que ningún representante político riojano que se respete debería apoyar.
No votó que no, aunque quizá eso sea mucho pedirle a un político que quiera seguir trabajando de eso. Ni se ausentó, ni huyó: aguantó el tirón en su silla, no votando lo que sus compañeros de escaño. No votando, de hecho, nada. Pudo estar mejor. Pero no estuvo mal.