El martes que viene los funcionarios riojanos (como todos) están llamados a hacer huelga. Teniendo en cuenta lo que supone el sector público, eso son palabras muy mayores: la sanidad, la educación, los servicios sociales, Hacienda, los juzgados… Casi nada funciona si no funcionan los funcionarios.
No soy dado al discurso anti-funcionarial. En esa caricatura de trazo gordo que dice que todos los funcionarios son unos jetas de largo almuerzo y moscoso abusivo hay, como en todos los tópicos, un fondito de verdad y un mucho de mentira. O sea: todos conocemos a ese colega de la vega con más jeta que espalda, pero también todos conocemos al que trabaja lo que debe, e incluso algo más. Como mi señora, interina ella.

Dicha la aclaración, a por la puya: la huelga del martes me parece indigna. Sí, indigna. Comprendo que a los funcionarios les moleste perder un 5% de su sueldo. Pero sinceramente, y con la que está cayendo, que los funcionarios hayan de ceder ese porcentaje de su sueldo me parece muy poco comparado con lo que el resto de los españoles les damos a ellos.
España pide a los hombres y mujeres de la función pública un 5% de sus ingresos. A cambio, los españoles no funcionarios les seguimos garantizando un trabajo a prueba de bombas y unas condiciones sociales inigualables y ciertamente envidiables.
Ni uno solo de los cuatro millones de parados es funcionario. Ni uno solo de los que pronto verán facilitado su despido es funcionario. Así que, de verdad: queridos funcionarios, honrados (sin ironía) trabajadores. Perdónenme si el martes hago oídos sordos a su protesta.