Las mujeres tienen en su mismidad de seres humanos un buen montón de misterios inherentes a su condición no masculina. Con el paso de los tiempos uno no admira menos esa condición, pero va, poco a poco, renunciando a comprenderla. Te juntas con los amigos, pones chascarrillos en común (ay, mi santa) y vas viviendo.
Pero de entre todas esas incomprensibilidades hay algunas que me quedan largas. Cada uno se intriga por lo que quiere, faltaría más, y a mí siempre me ha dado por pensar en Karl Lagerfeld. El ‘kaiser’ de la moda, le llaman. Un icono. Un mito.
Un hortera. A mí no me digas: que millones de mujeres de todo el mundo tengan por árbitro de la elegancia a un tipo que aparece vestido siempre como un mortadelo con gafas de sol es preocupante. Si el señor tiene semejante gusto para sí mismo… ¿qué os hace pensar, chicas que lo que dice para vosotras está mejor encaminado?
Lo del ‘mister’ de Chanel me intrigaba, lo juro, pero es que aún no había leído lo mejor. Aún no conocía a Choupette.
Choupette es la gata de Lagerfeld. Se intitula la bicha más mimada del mundo. A fe que lo es: con dos niñeras propias, viaja siempre en primera clase en aviones por todo el mundo. Y el año pasado ganó tres millones de euros en contratos publicitarios.
Cuando leí esto último se me escapó (discúlpenme una palabrota) un «no me jodas» en voz alta. Si yo ya sé que el número de idiotas que en el mundo viven llenaría el Atlántico hasta los bordes. Pero hasta para mí es demasiado: ¿Qué hay en el cerebro femenino (o en el de aquellos que intentan llegar a él) que justifique gastarse tres millones de euros en hacerle fotos a un gato?
Ay, señor. No hay esperanza: el mundo se va a la mierda.