Lo confieso: soy un poco morboso. Cada vez que de la web de este periódico cuelga una información sobre toros (y eso, en San Mateo, pasa básicamente todos los días) me lanzo como un solo hombre a Facebook. Mi objetivo: leer burradas. Con un punto de divertido asombro y un horror creciente, veo las cosas que se dicen en su pelea taurinos y antitaurinos.

De un tiempo a esta parte, ay, veo diluirse cualquier tipo de prevención, respeto o simplemente humanidad en esa discusión. Ayer mismo, una chica le deseaba esto a un torero: «Ojalá te picarán a ti y a tu puñetera familia asesino de mierda». Un par de días antes, una señora (que firma con su nombre y sus apellidos, no se piensen), les deseaba: «Lástima no les metan el cuerno por el cuello asesinos». Ese mismo día, otro alegre ciudadano peroraba: «El único torero que debería existir es el enterrado (o incinerado, igual me da) lastima os extingáis porque no aportáis nada a la sociedad mas que maltrato y sadismo malnacidos». Y, en fin, por no ir más allá, les dejo la última perla: «… yo reiteró yo le cortaba los huevos y el pene joder cuanta ignorancia». Todo ello, con su ortografía y su puntuación original.

Y todo, repito, de personas identificadas con su nombre, no bajo un seudónimo. Gente que, por lo demás, llena su Facebook de buenos deseos, frases de Paulo Coelho y fotos con niños y gatitos.

Que digo yo que defender a los animales es bueno, no me entiendan mal. Pero me acojona esa tendencia de ultra-animalismo que veo crecer por ahí, y que viene a definirse en otra frase leída en el mismo sitio: «Desde luego que les tengo más cariño a los animales que algunas personas, porque ellos jamás nos harían estas salvajadas».

Lo cual es risible (vete a decirle eso a un león antes de que se te coma) a la par que inhumano. Literalmente: cosa de bestias