Los riojanos somos pocos, pero seremos menos. Lo dicen todos los estudios y todas las estadísticas que se han hecho en el último lustro. La pirámide de población riojana se viene abajo, hachada por la zona más sensible: la de abajo.
La última la leía ayer mismo en las páginas de este periódico. Los sesenta y pico mil riojanos en edad de estudiar (hasta los 24 años, digamos) serán 10.000 menos en la próxima década. Decir que es el 13% menos no es hacerle justicia al terremoto social que eso significa.
No es éste un tema que entre en las agendas de los candidatos, que están a lo que están. O sea, a salir en El Hormiguero. Pero debería.
Por ejemplo, igual es cuestión de hacer que tener hijos en este país sea algo más sencillo, y no esa carrera de obstáculos entre horarios imposibles y sueldos de mierda en que se ha convertido ahora mismo. Y por ejemplo, igual es el momento de dejar de tenerle miedo a que gente de otros países venga aquí.
Leo también, con algo de humor, que los sindicatos de profesores esperan que esa bajada del alumnado suponga mejora de calidad educativa. A menos alumnos, dicen, mejor ratio y atención más personalizada.
Dicen. Pero no sé si lo piensan, o si sólo lo desean. Lo segundo es comprensible, pero en el primero de los casos habría que concluir que nuestros sindicalistas educativos pecan de canelos. Me temo, por mi parte, que la ecuación es simple: a menos jóvenes, menos ‘clientes’. Menos aulas, menos colegios. Y menos profesores.
Porque, en general, más allá del asunto educativo, menos jóvenes es menos de todo. Menos recursos futuros, menos renovación de gentes, dineros e ideas. Menos posibilidades, menos pensiones. Menos futuro.