Saber, luego, que el tipo -no tan enfermo como para dejar de ser un cabrón- debería haber estado en la cárcel desde hace tres años; deducir después que todo un grupo de funcionarios, una secretaria judicial y un juez no hicieron su trabajo como hubieran debido, sabiendo que sólo eso hubiera
bastado para que mi hijo (su hija) estuviera vivo.
Contemplar, finalmente, que sus compis le ponen al juez una multita de 1.500 euros: el precio de una tele buena. Y ver que los políticos, ésos que saben desde hace años que tienen que poner más dinero en un sistema judicial que no da abasto, me dan palmadas en la espalda, poniendo cara de ofendidos e indignados.
Yo qué sé. Si yo fuera Juan José me moriría de la pura rabia, o llamaría a todos mis primos para darnos una vuelta hasta alguna que otra puerta. Él no, él se mantiene en el camino recto, y eso le honra más de lo que pueda yo expresar.