Los alumnos de la UR podrán conseguir el título aunque tengan dos asignaturas suspendidas. La nueva normativa rimbombantemente denominada «evaluación por compensación» contempla, cómo no, multitud de requisitos para ser ejecutable: que el chico haya estudiado al menos dos años en la universidad riojana, haber agotado como mínimo cuatro convocatorias, pasar por un tribunal de evaluación, que el análisis del expediente confirme que las asignaturas aprobadas hasta entonces pueden compensar las pendientes, que el indulto se limite a quince créditos…
    Del argumentario esgrimido para defender esta decisión, el justificante que más me gusta  es ese que dice que la mitad de las universidades españolas «hace años» que vienen aplicando la norma. Un razonamiento recurrente en el terreno de la política según sopla el viento y que, en todo caso, deja en entredicho al promotor de la idea: ¿por qué si algo es tan trascendente «hace años» no se ha hecho nada hasta ahora por ponerlo en marcha?
    La consecuencia inmediata de la evaluación por compensación será la defunción de esa frase tan castiza: «A este chico le faltan dos asignaturas». Si no se pone el rigor suficiente, otro efecto colateral puede ser, como ocurre en EE.UU., el peregrinaje periódico de alumnos de college en college en busca de uno que ofrezca la suficiente flexibilidad para acabar una carrera que se atraganta. Unas veces por la indigestión que provoca un determinado profesor; otras por la incapacidad congénita del estudiante.
    Así se pierde esa cosita tan tradicional que era aprobar para conseguir un título y que, en el ámbito laboral, se traduce en hacer el trabajo que corresponde para recibir una nómina. Me pienso autoaplicar ese margen compensación ahora que cojo unos días de vacaciones, de forma que si el próximo domingo ve esta columna vacía no se extrañe: cabe que falle una segunda vez y el siguiente tampoco la escriba.