No importa el área donde uno esté empleado o el cargo que desempeñe. La sensación de que el trabajo propio no está suficientemente recompensado es una deformación congénita de la especie humana en general y del asalariado en particular.
    Ni fresadores, ni alicatadores, ni encofradores. El de los políticos es uno de los colectivos que más frecuentemente recurre a la letanía de la incomprensión pecuniaria. Y a veces, como acaba de suceder en el Parlamento riojano, sus peticiones son atendidas por ellos mismos. Alérgicos al acuerdo en el grueso de las cuestiones clave de región, la sustancial subida de las asignaciones consensuada servirá (dicen) para situar la Cámara regional a la altura de las demás que, por lo visto, son la NBA del debate y el parné. Dignificación, es la palabra mágica para bendecir el acuerdo.
    El pico que se repartían hasta ahora en La Rioja por grupo y número de diputados se actualiza al alza esta legislatura y, como novedad, se contempla una aportación extra para cada uno de los tres portavoces (51.500 euros al año), los diputados liberados (tres del PP, uno del PSOE) y los secretarios/as de cada uno de los grupos. Además, la tantas veces cacareada extensión de las nuevas tecnologías en el hemiciclo se salda con móviles gratis para cada una de sus señorías y tres pecés portátiles.
    Para despejar los recelos que automáticamente levanta conjugar los conceptos ‘dinero’ y ‘político’, los protagonistas matizan que esto no es una nómina en sí, sino fondos que entran en la caja de cada partido y éste distribuye como sus siglas y sus necesidades mandan.
Pues ya está. Ya lo tienen. Ahora toca sudar el dinero. Dejar de subir al atril para leer con desgana un folio preescrito, usar otra estrategia que no sea fotocopiar las noticias del periódico o, para algunos, simplemente, tomar la palabra para saber que existen. Cada 30 días llamaré a esos móviles que pagamos todos. Y preguntaré: «¿Cuánto te mereces este mes?».