El Palacio de La Moncloa es estos días el lugar de Madrid más concurrido por los visitantes de provincias. Llega un presidente autonómico de turno, baja del coche blindado y pasa a la sala de sillones tapizados de blanco-hielo donde le espera Zapatero para hablar de dinero.

En la zona de prensa, el detector de metales saluda ya a los periodistas que echan allí el día entero. Apostados en sus respectivas cabinas, matan el tiempo entre reunión y reunión hablando de la última derrota del Atleti mientras los gráficos hacen a cada rato la misma foto de dos gerifaltes sentados frente a frente con las piernas cruzadas en la que sólo cambia una cara: Zapatero con Vara, Zapatero con Valcárcel, Zapatero con Sanz, Zapatero con…

Acaba la entrevista, y los periodistas madrileños preguntan a la delegación del presidente de turno: ¿Éste es el canario o el de Baleares? ¿Pero Sanz no venía de Navarra? ¿La Rioja pega con Asturias?

En una sala de prensa que en la televisión parece el Bernabeu y en vivo resulta una caja de cerillas sin sitio para un cable más, cada visita pasa a dar cuenta de todo lo que debe el Estado a su territorio, qué le ha prometido Zapatero. Cada uno parece único, imprescindible.

Al cabo de una semana de reuniones y lugares comunes, todos los presidentes son el mismo. Lo que importa al final del día, el detalle que llama la atención, es esa postal navideña que ha regalado el presidente de Cantabria al anfitrión. Miguel Ángel Revilla, el del taxi y las anchoas, lo sabe y enseña ese christmas con un urogallo dibujado que (ya lo sabe) acapará las portadas del día siguiente. El resumen perfecto de la financiación autonómica.