Hasta hace nada, los chinos eran culpables de todo. Que una empresa despedía a media plantilla, la razón residía en la insoportable presión del mercado asiático que estrangulaba al resto de las economías. Que saltaba a la luz una intoxicación masiva, todos los ojos miraban al importador oriental que había colado una partida en mal estado a algún supermercado de barrio. China y su voraz desarrollo se convirtieron en un sí mismos en un concepto lejano y temible al que cualquiera echaba mano para lavar sus propias culpas.
Su relevo como pretexto de cabecera lo ha tomado la crisis. Absolutamente todos los males son suceptibles de ser achacados a la pésima coyuntura económica: desde el descenso de los divorcios hasta la disminución de los niños que se quedan al comedor, pasando por las anoréxicas ventas de coches o la escasa calidad del semen patrio. Todo obedece a la falta de dinero y la desconfianza en un incierto futuro que cada día se cobra nuevas víctimas.
Una de ellas se llama Ausencio C.G. Agobiado por las dedudas, este empresario catalán de la construcción no encontró mejor forma de enfrentar la crisis que atracar bancos. Armado con una pistola de juguete y un disfraz chusco, Ausencio (pardiez, qué gran nombre) elegía sucursales aisladas en las que al estilo de ‘El Solitario’ entraba para ir haciéndose con unos puñados de euros con los que pagar a sus acreedores.
Ya lo han trincado. Dice que el no quería, que es un honrado padre de familia al que las apreturas le han echado al monte. Solbes, por su puesto, no le cree. Ya ha ordenado verificar si compró la pistola y la máscara en algún bazar chino.
PD: En la foto de Efe, Ausencio sale del juicio que le condenó por sus robos.