Es la semana de Tomás. De Tomás Gómez, en Madrid y de Tomás Santos, en Logroño.

El ya candidato a la presidencia de la Comunidad de Madrid ha pasado en un pispás de ser un desconocido más allá de la sede de la Federación Socialistas Madrileña a convertirse en un símbolo de la resistencia contra el poder ganando las elecciones internas a la alternativa oficialista. Irónicamente, la falta de popularidad que le achacaba el aparato ha sido lo que el propio partido ha conseguido inyectarle forzando unas primarias de las que Gómez ha salido más reforzado de lo que ni él mismo imaginaba cuando dijo ‘no’ a la orden de Zapatero de dar paso a un rostro más fotogénico para rivalizar con Esperanza Aguirre. Si la operación de imagen hubiera estado orquestada, no habría resultado tan efectiva.

La batalla de su homónimo en Logroño se libra en otras trincheras, pero guarda también un fuerte componente estético. Tomás Santos desgastará su discurso durante el Debate sobre el Estado de la Ciudad recapitulando los logros durante su mandato, abrumando con datos, cotejando su legislatura y la precedente. Sin embargo, en un escenario de crisis donde todas las administraciones han visto amordazadas sus inversiones y las cifras hablan poco y dicen menos, el planteamiento del alcalde en este pistolezado de salida a las elecciones municipales que es el DEC debería mirar a la estrategia disyuntiva del otro Tomás. ¿Es preferible un Santos próximo, campechano y autónomo a una Cuca Gamarra encorsetada por la sombra y los dictados de Pedro Sanz?. Una parte de la respuesta está en el resultado que la ciudadanía dicte el 22-M. La otra la tiene probablemente Ángel Varea y el número de concejales que el PR logre en esas mismas urnas.

(Fotografía de Alfredo Iglesias tomada durante la intervención de Santos en la primera jornada del Debate sobre el Estado de la Ciudad).