Tal vez usted haya cometido alguna vez el error de confundir al que firma habitualmente estas líneas con una persona normal. Habrá mirado la fotito que ilustra la columna y puede haber visto en ella al padre de un alumno que acude al patio de un colegio público. O a un cliente del Carrefour. Quizá hasta haya creído que se trataba de un vulgar votante.

Sin embargo, le informo de que mi bipolaridad es limitada. La imposibilidad de disociarme de mí mismo y de la empresa que me acoge hace que cada vez que escribo aquí sea necesariamente parte del periódico, y mis otras personalidades quedan aparcadas para cuando llevo al crío a la escuela, espero en la fila del súper o doy mi papeleta a quien me da la gana.

El presidente del PSOE de La Rioja ha cometido esta semana el mismo desliz (enmendado después de la polémica) en que usted habrá incurrido inocentemente en alguna ocasión. Pensando que era sólo José Medrano, ha lanzado un comentario , pongamos inoportuno, sobre la Guardia Civil por abuchear al ministro del Interior durante un desfile. Aunque tal vez la confusión se haya debido a pensar que plantar palabras tan gruesas en Twitter le exime de la responsabilidad para con su cargo y el partido que representa. Creer que si uno está ausente de las redes sociales –como su propio nombre indica, abiertas igual que cualquier medio de comunicación– no se es nadie cuando, en realidad, no ser nadie es la condición básica para poder sobrepasar públicamente el límite de la opinión particular.