Durante el anuncio de Pedro Sanz en el Parlamento de que la próxima legislaturareducirá drásticamente el número de Consejería s –si antes gana las elecciones, obvió puntualizar– el presidente se escudó en las apreturas de la situación económica. Su reticencia casi ya bíblica a remover el número y los nombres de su gabinete si no es por fuerza mayor ha sucumbido a la realidad impuesta desde hace tiempo en muchas otras comunidades autónomas. En su discurso, Sanz no desaprovechó la ocasión de poner como (mal) ejemplo a Zapatero y su negativa a recortar los ministerios. Si el Gobierno central no lo hace en una coyuntura económica crítica, por qué habría de hacerlo La Rioja para, como había repetido el líder PP hasta ese momento, perder músculo institucional como Comunidad.
El argumento de Sanz ante el hemiciclo se salvó por apenas horas. La reducción de carteras y la reestructuración avanzadas por Zapatero vienen a confirmar que todas las administraciones están obligadas a una profunda dieta de adelgazamiento por mucho que hayan defendido lo contrario más por razones electorales que operativas. Ahora queda por conocer qué razones guiarán a Sanz –si antes gana las elecciones– en la configuración de su nuevo equipo. ¿Seguirá el criterio del presidente de España de imponer un perfil puramente político? ¿Se deshará de departamentos de utilidad limitada o prestigio chamuscado? ¿Cuál será su fiel Trinidad Jiménez que lo mismo sirve para perder unas elecciones primarias que para encabezar cualquier ministerio?
Fotografía: Jonathan Herreros