Cándido Méndez no tiene escamas. Visto de cerca sus colmillos están igual de afiliados que los de cualquier ser humano, tampoco parece que su lengua sea bífida y si gasta un tridente flamígero, el jueves lo aparcó en el paragüero del Círculo Logroñés a donde vino para ofrecer una charla en el marco de los Encuentros Económicos que promueve el Club de Marketing.

El secretario general de UGT aparenta más años de los que tiene por culpa de esa barba tan canosa. Viste americana de pana como mandan los estereotipos, unas elegantes zapatillas ‘casual’ que lo mismo sirven para pisar la moqueta de un Ministerio que para caminar entre manifestantes y lleva al hombro una bandolera de tela gastada donde guarda ese ampuloso discurso de sindicalista viejo trufado de términos como argentinización del mercado, desarbolamiento fiscal o aberración jurídicosocial.
Esa imagen ofreció en Logroño. Y esa estampa es la que no quisieron contemplar in situ los representantes de la FER –ni más silenciosamente los de la Cámara de Comercio– que vieron en la presencia de Méndez una ofensa por los ataques contra la patronal sufridos y por sufrir. Aunque quizá lo oportuno hubiera sido acudir. Preguntarle a la cara por la sinrazón de los piquetes, cómo haría él para abrir cada día un comercio ahogado por la falta de crédito o por qué siempre deben pagar más impuestos los mismos. Usar la palabra y desterrar la silicona, que no puede servir para romper cerraduras ni para tapar bocas.

Foto: Justo Rodríguez