Empezaban los 90 y el festival Actual aún se llamaba Iberpop. En el frontón Adarraga tocaban esa noche La Reina y Yo y La Granja como preámbulo para la actuación estelar de unos Héroes del Silencio en plena efervescencia, y en Logroño el patio andaba revuelto por el cierre de varios bares de La Zona a cuenta de la restricción de los horarios nocturnos. A mitad del concierto, Enrique Bunbury paró el espectáculo casi en seco para hacer un particular alegato a favor del derecho a vivir y a beber a deshoras. Empapado de sudor, con las mandíbulas apretadas, su pelo rojo revuelto, el cantante apareció con una botella de Rioja. “Contra todos esos gobernantes que nos impiden ejercer la libertad que nos corresponde” dijo (más o menos) con su engolada voz y echando un trago de crianza a morro. Aquella fue la mayor ración de rebeldía antisistema que se había visto hasta ahora en el festival que abre cada año la escena cultural nacional.
Salvando las distancias músico-temporales, Tricky ha vuelto a hacer esta edición un ejercicio de insubordinación. Lo suyo ha sido mucho más contenido pero igualmente retador. Sólo plantándose en mitad del escenario del Palacio de Deportes y fumando un cigarro tras otro a pesar de las nuevas limitaciones a la nicotina, el cantante de Bristol ha dado una patada a las prohibiciones de la autoridad. Incluso de aquella que subvenciona un festival oficial. Quién iba a decir que lo más transgresor de la música actual iba a ser encender unos hilos de tabaco en un espacio público.